Empezamos la cuarta semana de Cuaresma. El cambio de estación climatológica y las diversas acciones, nos hablan de transformación y cambio.
La liturgia nos invita a meditar, bajo la parábola del Hijo Prodigo o del Padre bueno, las actitudes personales ante nuestros semejantes. Dios quiere acogernos con sinceridad, en nuestras flaquezas, pero no puede limitar nuestra voluntad ni nuestra inteligencia; por ello como el padre del evangelio, se queda a la puerta “aguardando nuestro regreso”
El tiempo primaveral, nos habla de florecer, pero recordemos que una planta para sacar sus flores, debe esforzarse, debe asumir el cambio, y así poder dar lo mejor. Debe haber luchado contra el invierno y las dificultades. Del mismo modo se nos invita a florecer nuestra vida cristiana, a no buscar “la justa retribución”, sino la misericordia de Dios, que quiere darnos su abrazo lleno de amor, por medio del la confesión de nuestros pecados.
Tiempo de florecer en el Sacramento de la Misericordia, con la renovación de nuestra fe y nuestro compromiso de servir. Así prepararnos para la verdadera Pascua.
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