Comenzamos el mes de Diciembre con la Novena en Honor a la Virgen Inmaculada. Ella es para nosotros , el módelo y referente de que, fiandonos de Dios, podemos hacer grandes cosas y ser plenamente felices. Es en España dónde se defendio, años antes de que se aprobara el Dogma de la Inmaculada Concepción de María por el Papa Pio XI, que nuestra Madre tenía que haber nacido sin pecado original. Entre las innumerables pruebas de la singular devoción que en España se ha tenido siempre por la Inmaculada Concepción, cabe resaltar el que el claustro de la Universidad de Valencia, ya en 1.530, prestara el juramento inmaculista, siendo secundada en seguida por el resto de universidades españolas (la primera Universidad en defender la tradición de la Inmaculada fue la de París, en 1.496, justo en el claustro en el que Dusn Scoto defendió mucho antes esta doctrina).
Además, la más alta condecoración española, la Orden de Carlos III, luce en su banda el color azul, y la imagen de la Inmaculada adorna sus condecoraciones. Española es también la fundación de las Concepcionistas franciscanas, entre las que se cuentan la madre Maróa Jesus de Ágreda y Sor Patrocinio.
Toda esa larguísima tradición mariana es lo que impulsó al beato Papa Pío IX, quien proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción, a colocar el monumento a la Inmaculada en la plaza de España, en Roma, cuando todavía era soberano de los Estados Pontificios, antes de su anexión por los garibaldinos durante la unificación italiana. Precisamente la Plaza de España se llama así, porque en ella se encuentra el Palazzo di Spagna, sede desde 1.647 de la embajada de España ante la Santa Sede y ante la Soberana Orden de Malta; así como de las Obras Pías de los Establecimientos Españoles en Italia, de las que es gobernador el embajador español.