Comenzamos una semana, de oración en unidad y conversión de corazones. Es San Pa-blo, el que nos muestra la aptitud, de humildad y fe, ante Dios. Caernos “de nuestro caba-llo” (orgullos, individualismo, egoísmos….), para abrirnos al don de Dios. Conocer la pro-fundidad del Evangelio, y de la Palabra de Dios, no nos roba tiempo, si no que nos facili-ta en la misión evangelizadora
“Sin Dios, sin su gracia, no nos curamos de nuestro pecado. Su gracia es la fuente de nuestro cambio. Nos lo recuerda la vida del apóstol Pablo, que hoy recordamos. No podemos lograrlo nosotros solos, pero con Dios todo es posible; solos no podemos, pero juntos es posible. En efecto, el Señor pide a los suyos que se conviertan, juntos. La conversión —esta palabra que se repite tanto, pero que no siempre es fácil de entender— se pide al pueblo; tiene una dinámica comunitaria, eclesial.”, nos exhortaba el año pasado el Papa Francisco en la Solemnidad de la Conversión de San Pablo.
Siguiendo a ésta Fiesta, celebramos a los discípulos de Pablo, Timoteo y Tito, los cuales descubren en la mi-sión paulina, un referente de entrega y generosidad, desde el espíritu de servicio a Jesús Resucitado. La implanta-ción de las nuevas Comunidades Cristianas, reciben en Pablo una unidad y fuerza. «Conserva la fe y la buena conciencia, no como algunos que se despreocuparon de ella y naufragaron en la fe.”, exhortará Pablo a Timoteo.